COVID-19 ¿Ya se ha dado cuenta o todavía «está en el guindo»?

(Participación en «Iglesia en Zaragoza», en el apartado «Firmas»)

Antes de continuar con esta firma improvisada, permítame una importante apreciación. Vaya por delante mi solidaridad, comprensión, afecto, ternura y sentidas oraciones para aquellos que están sufriendo en la primera línea de batalla, en sus cuerpos, sus almas, sus esperanzas…

No quiero pecar de ingenua, pero no puedo evitar –y mire que lo intento- el asombrarme ante una parte increíblemente buena de esta situación. Si se me ofende o escandaliza, atento lector, vuelva por favor a releer el primer párrafo y la postdata.

Miro anonadada una y otra vez mi agenda ¡vacía de compromisos profesionales! ¡vacía de compras superfluas! Todo se ha venido abajo ¡y no pasa nada! Sigo respirando, mi corazón late, canturreo, miro por la ventana, profundizo en mis pensamientos, rezo mejor, entro a besar más a menudo a los míos…

Todo lo “imprescindible” ha desaparecido y uno se empieza a sentir liviano… y empiezo a añorar aquello que creía menos necesario por tenerlo siempre tan a mano -¡Jesús Sacramentado!-.

Y uno empieza a vivir situaciones entrañables, ya le digo que juntarnos en el salón delante de televisión a ver una Eucaristía es algo de lo más pintoresco para una servidora. Y le confieso que ha sido una experiencia dichosa… Y las que quedan por llegar.

Confinado lector, le animo a que apueste fuertemente por tener bien abiertos los ojos en estos días para que la vida nos siga regalando sorpresas que estaban tan escondidas… Estemos abiertos a todo lo bueno que se está produciendo –ya en este momento- y  que nos desborda como un tsunami. Que la inquietud o el desánimo no ahuyenten nuestra capacidad de asombro ante lo verdaderamente esencial.

…Era el 14 de marzo de 2020 y todos fueron recluidos en sus casas: abuelos, familias e incluso jóvenes. Entonces el miedo se hizo real, y todos los días parecían iguales. Pero la primavera no lo sabía y las rosas volvieron a florecer…Fue el año en que se entendió la importancia de la verdadera salud y de los afectos, el año en que el mundo pareció detenerse y la economía se desplomó. Pero la primavera no lo sabía y las flores dieron paso a las frutas. Y luego llegó el día de la liberación, la emergencia había terminado y  el virus había perdido… Que todos juntos habíamos ganado. Y luego salimos a la calle, con lágrimas en los ojos, sin máscaras y guantes abrazando a nuestro vecino como si fuera nuestro hermano. Y fue entonces cuando llegó el verano, porque la primavera no lo sabía y había seguido allí… A pesar de todo. A pesar del virus. A pesar del miedo…. Porque la primavera no lo sabía y les enseñó a todos el poder de la vida…

¿Y mientras tanto? ¡Al desierto! Saboree estas líneas, por favor, exprímalas:

“Y entramos en un desierto donde quizás  nos espera la verdad para la que nunca tenemos tiempo. Y la cuaresma empieza a serlo más”

P.D. Unidos en oración fraterna por el sufrimiento de tantos

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