Nos planteamos hoy esta jugosa pregunta ¿qué es la magnanimidad ¿
En la búsqueda de la respuesta más apropiada, redescubrimos la vitalidad y trascendencia de esta virtud en el ámbito familiar.
La magnanimidad: el arte, la gracia de querer y saber renunciar a lo pequeño por alcanzar algo grande… ¡qué consecuencias tan espectaculares nos puede acarrear esta elevación del ánimo ¡
Parafraseando la Wikipedia, para no dejarnos ni las comas:
“ Es una virtud natural en el hombre que tiende a la realización de cosas grandes prescindiendo de su dificultad. Es el mejor apoyo de la esperanza y la resistencia más eficaz contra la desesperación.”
En otras palabras, una de las virtudes que más necesita la familia ¡¡
Concretando en el día a día, y bajando a la orientación terapéutica, esto se refleja en aquella pareja que sabe cambiar de marco. ¿ Qué significa cambiar de marco? Muy sencillo: Reconsiderar las cualidades y los actos del otro, y enfocarlo desde otro prisma. Es decir, en lugar de pensar por ejemplo, que mi esposa en una criticona, entiendo que es porque es exigente, pero que no pretende molestar. O en lugar de pensar que mi marido es indeciso, entiendo que tarda en decidir ante aquellos temas que no conoce en demasía.
Puede parecer muy sencillo, y en parte lo es; pero el llevarlo a cabo requiere grandeza de ánimo, y el elevar la mirada por encima de aquellas cosas que seguro que no tienen tanta importancia como nos parecía en un principio. ¡ Mano de santo ¡ Pero para los magnánimos…
Esta mirada desde “las alturas” es también crucial cuando de nuestros hijos estamos hablando. No vale mirarlos cómo realmente son, hay que mirarlos en clave de ESPERANZA, como en perspectiva; es decir, como realmente queremos que sean ¡¡
“¿Me quieres decir –me decían unos padres de adolescentes asombrados- que hemos de mirar a nuestros hijos cómo nos gustaría que fueran, cerrando los ojos en algún momento a algunos detalles más insignificantes ¿
” Sí, y de esta mirada penderán dos importantes consecuencias: por un lado nuestra constancia en el quehacer educativo, reforzada por esta virtud de la esperanza. Por otro lado, el gozo de nuestros hijos, al descubrir en sus padres la capacidad de levantar la mirada del dobladillo de sus vaqueros desgastados, para fijarla en sus inquietudes y esfuerzos.
Si nos preguntaran por uno de nuestros sueños infantiles, seguro que más de uno diríamos: poder volar ¡. Pues bien, esta posibilidad está a nuestro alcance día a día en la familia, gracias a la virtud de la magnanimidad, cuando elevamos la mirada de la superficie de las cosas, para fijarnos en lo trascendental. De esta manera, podemos volar sobre las apariencias ¡¡