Catedral de El Salvador (La Seo)
28 de diciembre de 2014
+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza
Queridos hermanos:
“La Navidad no sólo es la fiesta de Dios que se hace hombre, es también la fiesta de la familia y de la vida. Nos nace un niño, se nos da un hijo” (Juan Pablo II). Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia, en cuyo seno nació y creció el Hijo de Dios, que se hace hombre. En este domingo dentro de la octava de la Navidad dirigimos nuestras miradas a la Sagrada Familia: Jesús, María y José, para que nuestras familias sean fieles a su vocación de servicio a la vida y al amor.
Os agradezco vuestra presencia esta mañana aquí en la Catedral de El Salvador (La Seo) y os felicito de nuevo la Navidad, fiesta de gozo y salvación. Agradezco de corazón a la Delegación Episcopal de Familia y Defensa de la Vida, a los Delegados D. Fernando y Dª María Soledad y al Sr. Consiliario D. Carlos, sus trabajos y desvelos en esta misión tan importante de la pastoral para la Iglesia y para la sociedad. Felicito cordialmente a los matrimonios que celebran en este año el jubileo de sus bodas de oro y plata.
La liturgia de la Palabra nos invita en el libro del Eclesiástico al respeto mutuo y a honrar a los padres, teniendo una especial comprensión con los ancianos. El texto de la carta del apóstol San Pablo a los Colosenses nos habla de la vida de familia vivida en el Señor, siendo una “iglesia doméstica” y una comunidad de vida y amor. El Evangelio de San Lucas (Ciclo B) presenta el episodio de la presentación del Niño de Dios en el templo por sus padres y la profecía de Simeón. Es el encuentro de dos generaciones: la joven familia de María, José y el Niño con los ancianos Simeón y Ana. ¡Qué significativo es este encuentro para la convivencia de jóvenes y mayores en el hogar!
En este día se celebra en todas las Diócesis españolas la Jornada por la familia y por la Vida. Este año tiene como lema: La alegría del Evangelio de la familia”, inspirado en la exhortación apostólica del Papa Francisco Evangelii Gaudium (la alegría del Evangelio). De este tema escribo en la Hoja Diocesana Iglesia en Zaragoza. Permitidme ahora que en marco de esta celebración os ofrezca como vuestro Arzobispo unas breves consideraciones sobre algunos aspectos importantes de la familia.
- La familia, realidad insustituible
En la familia, el amor se hace gratuidad, acogida, entrega. En la familia cada uno es reconocido, respetado y valorado por sí mimo, por el hecho de ser persona, de ser esposa, esposo, padre, madre, hijo o abuelo. El ser humano necesita una “morada” donde vivir. El hogar es para el hombre un espacio de libertad, la primera escuela de humanidad. En la convivencia familiar se aprende también a vivir en fraternidad y sociabilidad, para poder abrirse al mundo que nos rodea. Por eso la familia es la verdadera ecología humana, el hábitat natural.
- La familia y su misión de transmitir la vida y educar a los hijos
La familia, “íntima comunidad de vida y amor” fundada en el matrimonio tiene como misión la transmisión de la vida y la educación de los hijos. Sólo por esto ya es una institución imprescindible en la sociedad. La familia es verdaderamente “el santuario de la vida, el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada, contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano” (Juan Pablo II, Centéssimus annus, 39).
- Navidad, fiesta de la familia y de la vida
Frente a tantas amenazas y asechanzas como surgen a veces entre nosotros contra la familia, célula y corazón de la sociedad, todos debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad como creyentes: la familia sana es el fundamento de una sociedad libre y justa. En cambio, la familia enferma descompone el tejido humano de la sociedad.
Por desgracia hoy la cultura dominante en Occidente, caracterizada por un humanismo inmanentista, impone una visión deformada de la naturaleza y del significado del matrimonio y de la familia. El Papa Francisco nos recuerda que “la familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales” (Evangelii Gaudium 66). En España se está actuando también contra los verdaderos valores del matrimonio y de la familia a través de determinadas leyes, que no respetan el derecho natural. El Estado se constituye en artífice de los derechos de los individuos, a través de un positivismo jurídico, en el que hay una separación del contenido natural del derecho, que es patrimonio inalienable de la conciencia moral de cada persona. Así se priva a la vida social de su sustancia ética y la deja indefensa frente al arbitrio del Estado y de los poderes políticos de turno.
Ante esta situación preocupante, la Iglesia, los católicos y los hombres de buena voluntad no podemos callar, sino que tenemos que alzar la voz, a través de los cauces democráticos y legales, para denunciar esas leyes injustas, que lesionan el orden moral y la dignidad de la persona humana. Sin dignidad humana no hay verdadera democracia.
“Defender y promover la familia y la vida es la tarea que se abre a nuestra Iglesia en el comienzo del siglo XXI como camino largo, pero cargado de esperanza en la construcción del futuro” (CEE, Instrucción Pastoral : La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, n. 136).
Es la hora de infundir esperanza a las familias, tentadas de desánimo y angustiadas por las dificultades de un ambiente hostil. Es necesario que las familias confíen en Dios, que no cesa de actuar en la familia y en las personas. Los cristianos hemos de mantener firme nuestra esperanza en los designios de Dios y ser fieles a la misión evangelizadora que la iglesia nos propone para los comienzos del nuevo milenio.
En la Eucaristía que estamos celebrando encontraremos la fuerza necesaria para vivir la naturaleza y el significado del matrimonio y la familia.
Termino con una oración:
Oh Dios, que en la Sagrada Familia, nos dejaste un modelo perfecto de vida familiar vivida en la fe y en la obediencia a tu voluntad. Socórrenos en nuestra misión de educar en el amor y transmitir la fe a nuestros hijos. Ayúdalos para que hagan de su vida una entrega generosa a imagen de tu Hijo Jesucristo. Abre su corazón para que crezca en ellos la semilla de la fe que recibieron en el bautismo. Fortalece la fe de nuestros jóvenes, para que crezcan en el conocimiento de Jesús. Aumenta el amor y la fidelidad en todos los matrimonios, especialmente en aquellos que pasan momentos de sufrimiento o dificultad. Unidos a José y María, te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo y Nuestro Señor. Amén.