La importancia de «quemar las naves»

imagesCuando Hernán Cortés desembarcó en México, supo que tenía delante una misión larga y difícil . Decidió entonces QUEMAR SUS NAVES, dejando claro a sus hombres que la retirada era imposible.

 

Si nos preguntaran a cualquiera de las personas que hacemos orientación familiar, qué recetas aportaríamos para garantizar la estabilidad matrimonial y familiar, seguro coincidiríamos en esta:   ¡¡ quemar las  naves ¡¡ , al igual que Hernán Cortés. Apostar por el otro sin reservas, sin “ases debajo de la manga”, a fondo perdido, con osadía.

Es esta una respuesta basada en la experiencia propia, la nuestra y de nuestros hogares, y basada también en la observación de las benditas familias que atendemos.

Concretemos un poco más en qué consiste “quemar las naves”. Ante una posible crisis familiar, qué difícil resulta, pero que necesario, saber apartar a un lado todo tipo de cálculo. Los cálculos económicos, por concretar en algún aspecto, paralizan cualquier intento de reconciliación en la pareja. Ambos ponen de su parte, qué duda cabe; pero ese “no quemar las naves”, ese “por si acaso no lo conseguimos”, argumentos como “he de cuidar mi futuro y el de mis hijos”… van calando como agua fría en todo intento de restaurar las relaciones.

En el fondo, es la DESESPERANZA y la desconfianza. Ninguno se atreve a dar el primer paso, ninguno quiere ser el primero en “desnudar” su alma y su mente ante el otro. Ninguno cree, o se atreve a creer, que si se apuesta sin reservas por el otro, está recorrido más de la mitad del camino que tenemos por delante. Sí, más de la mitad del camino ¡¡

En la labor de apoyo a las familias, no debemos olvidar dos puntos clave de actuación: el primero, el trabajo en las actitudes. Hablamos de cambiar disposiciones,  crear hábitos,  aprender formas de resolución de conflictos, pautas de comunicación…

El segundo punto: el trabajo en las percepciones y valoraciones, tan importante como el primero. Y es aquí donde radica el tema que hoy nos trae a este programa. Si conseguimos, antes de empezar a trabajar en las actitudes, cambiar la percepción de ese vínculo matrimonial, las garantías de éxito se multiplicarán.

Es decir, si yo redescubro ese amor inicial, si yo sé VERDADERAMENTE que la persona que tengo delante es mi cónyuge, sin más planteamientos ni opciones: MI CÓNYUGE, aquel por que me comprometí en los inicios sin ambages, sin vuelta atrás, estoy en condiciones de empezar a trabajar por restablecer nuestra armonía. Por el contrario, si yo no percibo al otro en una relación indisoluble y para toda la vida, todos mis esfuerzos por restablecer la relación quedan debilitados por otros aspectos: quizás la posibilidad de una nueva relación,  por ejemplo.

Esta idea que compartimos en esta tarde viene corroborada por la práctica diaria: la orientación familiar no puede avanzar cuando no se tiene el coraje de “quemar las naves”. Por el contrario, cuando así se descubre y se hace, nos podemos encontrar, como afortunadamente ya lo hemos visto, con la situación contraria: apenas hemos empezado nuestra orientación, y ¡¡¡ tantos avances, y tan rápidos ¡¡¡¡ ¿Cómo es posible?

Creo que ya intuimos por donde puede venir la respuesta.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *